Bueno, disculpen la tardanza pero no había estado.
Ayer fue un buen día, me desperté a las 7 de la mañana y los tragos de la noche del jueves no me hicieron mella. Cero goma. Lo que sí, es que el desvelo me jodió un poco.
El jueves por la noche fui con Juan Melara Jr. a echarme un par de birrias ahí a El Establo, donde pedí unos pinchos de cena (de boca). Después de hablar paja con ese cabrón nos despedimos. El Juan se quedó ahí y yo agarré rumbo dos cuadras en dirección al parque hasta arribar al bar Leyenda’s y me acerqué a la barra (3 ‘bar’ en las últimas diez palabras antes del paréntesis) y comencé a echarme unas dos que tres, ahí solo y meditabundo viendo cómo el bartender se hacía pulpo para salir tablas con su trabajo, me sentí como aquella vez que estuve en el bar del Hotel Villa Española en Ciudad de Guatemala sin más compañía que el cantinero mientras sonaba la canción Qué pasará mañana de José Luis Perales con mi juguito de sandía en vaso cilíndrico con un largo interesante (¡Vaya cómo recuerdo ese momento!).
En Leyenda’s lo más interesante fue que invité al que cuida los carros después de la tercera vez que llegó a pedirle al Sabas un trago. Me di cuenta de que ese cerote cada vez que reunía $1.50 iba a comprar un trago de ron y lo bebía puro, sin culeradas y sin aturrar la cara. Mi amigo el cabrón cuidador de carros era de muy pocas palabras, entonces dejé que volviera a lo suyo y yo seguí con lo mío.
Junto mío estaba un tipo sentado escuchando a una bicha con la dentadura malformada que decía que wau! cómo le encantaba el francés, que ese idioma la deslumbraba, bla bla bla… en ese momento solo me acordé de mi amigo Copinapitli y de lo poco que le hubiera costado llevarla a la cama.
Después de un rato, vi entrar a mi amigo Carlos Deras con aquella pinta de malo de película mexicana de la segunda mitad de la década de los noventa, hablamos poco, me dio la impresión de que no tripeaba mi compañía temporalmente. Dejé de importunarlo y me acordé de cuando en los años de bachillerato estudiábamos en su casa y junto con Alvaro Golcher fumábamos Marlboro rojo en el parque de enfrente.
Al rato llegó mi abogado estrella Alexander Rivas, ya me había hallado yo en valor para hablarle a una alemana muy bonita que estaba allí y me sorprendió el perfecto dominio sobre la lengua de Cervantes. Tampoco hablamos mucho. Me fui a la shit con mi abogado.
Era tarde ya. Me dormí. Ya he dicho a qué horas me desperté el viernes.
A las 8 am estaba ya en la oficina, trabajando en la revista de Pasaquina. Tipo 11:30 am me fui a buscar comida (me acordé de que tenía que comer) y fui a una cafetería que está de lo mejor: barato y sabroso alli frente donde estuvo la ceiba en el redondelito del CCC (Colegio Cristóbal Colón). Al laz de una boutique.
Dos dólares por una pechuga de pollo deshuesada al broile con arroz y un poco de chirimol con respectivas dos de masa y una horchata que a leguas no era de la inigualable Proinca (nada es perfecto).
Al filo de las 2:30 pm me fui a platicar con Don Neto Rivas y hablamos en su pequeño estudio por casi una hora, fue una buena plática, lástima que muy poco tiempo porque él tenía otros compromisos que atender.
Agarré al On the Run cerca del Tobytáber, compré una soda y unas donas y me puse a escribir las entradas de ayer y las posteé desde allí. Luego, me vine para la casa. Al rato me fui donde Mauricio y me invitó a ir al Café La Rayuela, fuimos.
Al nomás entrar y acercarme a la barra, escucho que dicen «FaFa» y ubiqué que una chera colochita muy simpática era la que se había dirigido a mi, vacilé y ella lo notó y me dice «soy Nora, la del blog«, – menuda sorpresa- hablamos un ratito y me presentó al Bolux, otro destacado bloguero nacional. Se me hace que Bolux es un tipo muy dentro de su mundo, muy analítico, no se quitó los putos audífonos del iPod toda la noche, lo cual me resultó extraño porque había un toque allí donde cantó Nora, qué bonito canta ella. Les recomiendo ir a ese lugar.
Pasé hablando con Glorita un buen rato. Hablamos largo. Qué bonita es ella, tiene un encanto angelical. Atendí a unos cheros que conocí y me receté a uno ajedrecísticamente hablando, cuatro puntos y medio contra medio punto.
Hablar con Vallejo es estar en estado permanente de mi adolescencia. Hasta me regaló dos ejemplares de sus publicaciones autografiadas: El último Salmo y Cuentos de Ocio.
Al regresar a la casa me dormí en menos de 15 segundos. Las tres cervezas de la noche me hicieron dormir like a baby. Me desperté a las 10:30 am. Mi buen amigo Joshua me llamó para que le hiciera campaña en una tarea. Acepté con gusto. Me dejó en Galerías en lo que él iba a su oficina a buscar noséquéputas. Frente a La Casona estaba un maistro tocando el saxofón, me senté a escucharlo.
Fuimos a hacer la tarea y conocí a una chamaca que hace manualidades bien chivas, tiene un pequeño tallercito. Hablaré con ella de negocios esta semana que viene.
Después de hacer la tarea, el almuerzo se dio en El Sopón Zacamil viendo el partido del Barça contra el Murcia: Cuatro a Nada. Me imaginé a Chopin celebrando la victoria de su equipo.
Cuando ya iba para afuera me tomaron del brazo, era Kike Chinchilla y me dice «estás bien pupuseado maje» jajaja. Tenía ratos de no verlo, fue bueno saber de él.
De regre en mi casa solitaria, saludé a las cortinas y a mis cactus y me fui a tomar la siesta. Mientras dormía, las cuatro cervezas del almuerzo se me volvieron whisky y heme aquí, escribiendo lo correspondiente al día de hoy para seguir en línea con mis propósitos de año.
Los dejo. Gracias por leerme. Un saludo a todos y en especial a mi madre que ya aprendió a publicar comentarios en el blog. Un beso mami.