A 69 años de la Segunda Guerra Mundial

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NSDAP

El lunes primero de septiembre pasado se conmemoró el 69° aniversario de la invasión de las tropas alemanas a Polonia, suceso que marcaría el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La guerra es uno de los fenómenos sociales más interesantes que hay desde cualquier punto de vista: Es cuando las sociedades llegan al culmen de la falta de entendimiento, de la ambición del poder político y económico, de la indiferencia plena y absoluta y de la insignificancia de la vida para darle sentido a la muerte en pos de la patria.

Siempre he creído que en las guerras quienes más sufren son las madres y los niños.

Es feo decirlo pero las guerras son tan necesarias como la paz, una acaba con la otra y al final todo es igual y comienza de nuevo. ¿Qué dinámica nos impulsa a pelear? No lo sé, pero quizás sea la misma dinámica que nos motiva a creer en Dios.

Los líderes políticos permanecen en sus lujosos despachos ambientados con frescos de pintores famosos, madera fina de pino, arce, roble o alerce, comiendo caliente y bebiendo vino o whiskey y vistiendo trajes oscuros de tres botones y usando un Piaget de pulsera en la muñeca.

Los militares de alto rango están alejados del frente de combate sin correr riesgos ni ensuciándose las botas dando órdenes como el más valiente de los cuchilleros y reafirmados por sus galas y condecoraciones. No son majes.

Los pobres, los soldados rasos y la gatada están combatiendo en las primeras líneas de fuego sin más deseo que el de volver a casa cuanto antes, donde una mujer los espera. No saben por qué están allí. No quieren estar allí.

Cualquier idea justifica la guerra, cualquier excusa se moldea para convertirse en una razón, motivos: antes fueron los cristianos, después los árabes, luego los republicanos, los comunistas, los judíos, los guerrilleros, los vietnamitas y ahora los terroristas.

¿Qué hemos aprendido? Nada. A escribir libros de historia después de cada guerra según la versión del ganador.

Se han puesto a pensar en que con la omisión de la desobediencia a una autoridad somos tan cómplices y tan culpables de las guerras, autoridad que no importa si es constitucional, divina o lo que sea.

Somos una masa torpe e inútil. Tristemente.

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