Un post a la memoria de Romeo

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Este es un post breve para recordar a un gran amigo.

Conocí a Romeo allá por 1991 o 1992, que buenísimos recuerdos, fui testigo de su prosperidad económica en una mezcla de lo que fue su calidad personal, experiencia profesional, su visión empresarial y conectes personales.

No sé qué más puedo decir de Romeo, le tenía una gran estima, era buen conversador, me dio muchos consejos y algo aprendí de él.

Hace muchos años estaba yo echándome un cigarro en la madrugada cuando lo vi venir, Romeo venía con unos cuantos tragos encima y nos pusimos a platicar, fue una buena plática.

Estuvimos echándonos unas cervezas algunos años después, justo la semana antes de que falleciera un mediodía de día lunes. Fue una noticia pura mierda. Creo que Romeo tenía unos 44 años cuando se fue al otro lado del Gran Río encima del Gran Búfalo Blanco para estar con el Gran Jefe de Jefes.

Me hace falta verlo, saludarlo y escucharle su modo tan ameno entre tartamudeos:

«Bue, bue, buenísima onda papá, bu, bue.. buenos días… nos vemos al rato, cuidate, cuidate».

Era un tipo simpatiquísimo: «Yo no fumo» – decía-.

Su sepelio fue… ¿Cómo decirlo?… fue algo difícil de olvidar.

A veces veo a su pequeño hijo y lo saludo, el Romeito tan inocente, tan… ¡Que tristeza!, Romeo amaba a su hijo. Si algún día Romeito busca a su papá en internet quiero que encuentre esto: Tu papá era una gran onda Romeito, me voy a acordar de él siempre.

De más está decir que la vida es irónica, es una gran cosa la vida.

Que este post sirva para honrar la memoria de Romeo Osegueda. Amigo a quien aprecié en vida por su talento y su forma tan genuina de ser.

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Hans Munkensson

Don Romeo murió un 28 de marzo, el día de mi cumpleaños, recuerdo bajar las gradas del edificio y encontrarme a Bonachón sentado en las gradas indignado, al llegar al parqueo el Bombastic con toda su matonería llorando terataba de esconder sus ojos enrojecidos. Mi celebración se fue muy pero muy a la mierda, ese día, esa fecha se covirtíó en tristeza. Aún quisiera salír al parqueo y quedarme platicando con él, quería que yo fuera el profesor de guitarra de su hija.

Unas semanas antes llegando a la colonia con mi amigo Eduardo Colindres encontré el dispositivo policial que pretendía detenerlo en ese momento tan difícil de su vida y que marcó su sentencia de muerte.

Detesto a su ex mujer, los vecinos le rayaron el carro en señal de desprecio por el dolor que le causó a nuestro amigo y a todos nosotros.

El día que fofo a sus 15 años quemó un fusible y nos dejó sin electricidad él vino a la casa y lo reparó, nunca voy a olvidar su disposición de ayuda a todos sus vecinos. Un gran tipo sin duda. Aún lo extraño.