Párrafo omitido en el post de ayer:
[… cada mirada y cada palabra cuentan.Tenía yo 8 años por aquel entonces.]
Me acabo de acordar de Karen Munguía, una niña blanca que fue la segunda niña de la que me enamoré, ella estudiaba en el Sagrado Corazón y vivía alli por la Universitaria Norte (por donde vive la Glorita), no sé qué fue de ella ni de su vida. Espero que esté bien. Automáticamente al acordarme de ella me acuerdo de la canción de Magneto «Vuela, vuela» a la que teníamos que inventarle una coreografía en una dinámica de los cursos de verano. Al acordarme de Magneto me acuerdo de Félix Charlaix y del jardín de su casa donde estaba aquel limonero cuyos frutos usábamos para darle sabor a los «Finlandia Libre». Recordar a Félix es recordar al mismo tiempo a mi otro gran amigo «La Vaca» Lemus con aquel uniforme con el viejo logo de Taca – que yo aun conservo en mi closet- y con el que hicimos muchos goles en noveno grado. El noveno grado me hace acordarme de muchas cosas, a quien más recuerdo es a Ruth Abigail – he olvidado su apellido- que estudiaba en el colegio Madre Marie Paul de las Oblatas del Corazón de Jesús, vivía allí en el segundo pasaje de Pórticos de San Ramón y yo la miraba bonita, era bastante agradable, era increíble, pasábamos horas sentados en las gradas platicando. Cuando caminaba de regreso a mi casa pasaba por la tienda donde años atrás mi abuelita me compraba aquellos trompos de palo de rosa que desde entonces “ya no hacían como antes” y donde yo iba a comprar el cordel y yardas de hule porque era el único lugar donde los vendían. En frente de esa tienda y poquito más allá vivía Boris Ivanovich y me pongo a pensar en que algún día yo también voy a leer la Biblia aunque sea por cultura antigüa. El hilo de recuerdos sigue, pero estoy cansado. Me voy a dormir.
[Cuando conocí al poeta Mauricio Vallejo en mi adolescencia, él hacía …]