Libro del mes pasado

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Diario de un Seductor de Soren Kierkegaard

Diario de un Seductor
Soren Kierkegaard

Sin duda alguna este filósofo danés marcó un antes y un después de una generación de pensadores en el siglo XIX. Aunque tengo reservas personales en cuanto a su talento como escritor comprendo que la pluma y las ideas no necesariamente se eclipsan siempre de manera majestuosa. Sin embargo, la calidad en la profundida de los pensamientos, lo que se lee entre líneas, es lo que en el Diario de un seductor está presente en cada página aunque para muchos puede resultar una lectura cansada y hasta aburrida. Bien decía Nietszche que la gente común se aburre con aquello que su razón no logra comprender.

Juan es el personaje principal del libro, un joven que dada su experiencia con las mujeres ha diseñado para sí una especie de diario que se ha convertido en un manual de conquista. Él se enamora de una joven que se llama Cordelia y en su propósito de hacer que ella se enamore de él con la misma intensidad lo lleva a estudiar los actos, comportamientos, respuestas de su víctima/enamorada (Cordelia) para hacer sus valoraciones sobre lo meritorio que podría resultar tal conquista.

Hay algunas situaciones fuera del contexto actual y por lo tanto han perdido vigencia, otras, son y siguen siendo muy interesantes y me hacen pensar en algunas características inamovibles tanto de la naturaleza femenina como masculina, su correspondiente interacción en el amor.

Es un constante intercambio de cartas entre Juan y Cordelia, pausas y los respectivos análisis, observaciones, apuntes y reflexiones por parte de Juan antes de planear lo que va a hacer, luego, escoge las palabras precisas para su siguiente carta.

Léanlo. Aquí les dejo algunas de las cosas que destaco:

En todo placer es de suma importancia sabernos dominar.

Hasta cierto punto me alegra el hecho de no encontrarla, porque una muchacha que anda siempre en diversiones no es digna de ser conquistada.

Sería intolerable a mi buen nombre y a mi reputación.

Una mujer, desde ciertos puntos de vista, no se desarrolla como un hombre: nace ya hecha.

No reside el arte en seducir a una muchacha sino en encontrar una muchacha digna de ser seducida.

El destino profundo de la mujer es ser la compañera del hombre, pero estando mucho con personas del mismo sexo se acostumbra sólo a ser señora de compañía.

Ahora soy yo quien pone y dicta condiciones.

Un poco de aturdimiento lisonjea su vanidad y se sientes más fuertes: es una especie de tributos que se les paga.

Antes de que se pueda apoyar en mi, es necesario que se sienta fuerte en sí misma.

El verdadero arte consiste en adquirir una enorme perceptibilidad emotiva, sin saber cuál es la impresión que se hace en una mujer y cuál la impresión que de ella se recibe. De modo que así se puede estar apasionado por muchas al mismo tiempo, y apasionado de diferentes maneras, conforme a las cualidades que cada una posea. Amar a una sola es muy poco; amar a todas es ser superficial; pero conocernos a nosotros mismos y amar a cuantas nos sea posible, ocultar en nuestra propia alma las potencias del amor de modo que el alma se alimente de ellas, que nuestra conciencia abrace el todo, ¡eso sí es placer, eso sí es la vida!

Así, creo que toda historia de amor debe durar medio año como máximo, y que cualquier ligadura amorosa debe romperse eo ipso cuando ya no quede nada más que gozar.

Yo, en materia de amor, soy un óptimo conocedor y tengo mucha experiencia; no me dejo llevar por pensamientos tan tontos.

Hubo un filósofo de la antigüedad que dijo que si escribiéramos de vez en cuando todo lo que nos acontece en la vida podríamos, sin pensar en ello, volvernos también filósofos.

Y la última entrada de su diario:

24 de septiembre.

¿Por qué una noche como ésta no había de durar hasta el infinito?

Ahora se acabó todo; no quiero verla nunca más, nunca más.

Una muchacha es un ser débil; después de darse enteramente, lo pierde todo. Si la inocencia en el hombre es algo negativo, en la mujer es la esencia de la vida.

Ella ahora no tiene nada que recusarme. Y el amor sólo es bello mientras dure el contraste y el deseo, después todo pasa a ser flaqueza y costumbre…

Y ahora, de mi amor por Cordelia ni aun quiero el recuerdo. Se le ha desvanecido todo el perfume. Los tiempos en que una muchacha se transformaba en heliotropo, con gran dolor del abandono, son tiempos que ya están muy lejos…

Ni aun quiero decirle adiós: lágrimas y suspiros de mujer que perturban, transforman mi espíritu sin un fin.

Hubo un tiempo en que la amé; pero de aquí en adelante mi alma no puede pertenecerle.

Si yo fuese un dios, haría con ella lo que Neptuno hizo con una ninfa: la transformaría en hombre…

El libro fue escrito en 1843.

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anonimo

Qué yuca.. me parece que el escritor era un gran calenturiento.
Si vivía como escribía, no me parece que haya sido tan feliz en su vida conyugal (si es que tuvo).