Amado padre:
Te escribo porque quiero felicitarte en este día que es un día como cualquier otro a tu edad pero lleno de un motivo especial que sé que todavía te hace sonreír: el de ser maestro, educador.
Tantos años, papi, enseñando en las aulas casi a diario, enseñando en la casa también, educándonos, educándome a mi y a mis hermanos.
He llegado a una edad en la que entiendo tantas cosas, creéme. Me transporto a la época de cuando vos tuviste mi edad y pienso. Pienso mucho en cómo vos seguramente pensaste lo mismo con mi abuelo. Pienso también en la falta inmensa que te debe hacer y lo mucho que hubieras querido que él viviera más tiempo. Hay cosas que son como son y no pueden ser diferentes.
Hiciste un buen trabajo conmigo, te lo agradezco muchísimo, no sabes cuanto te quiero padre.
Crecer y hacerse hombre, tener mis propios hijos y procurarles el bienestar, el cariño y educarlos pasa inevitablemente por pensar – sin quererlo- en que un día te voy a extrañar y me vas a hacer mucha falta.
Son las cosas que uno de hijo nunca dice porque no se debe o porque es más fácil no pensar en eso pero sé que vos me entendés.
Felicidades en el día del maestro.
Te quiero mucho.
Un fuerte abrazo.